Si hay una guía de referencia en el mundo sobre viajes, hoteles y restaurantes esa es sin duda Michelín. Desde que en 1926 introdujeron sus sistema de valoración basado en estrellas son miles los revisores anónimos que se han encargado de visitar diferentes lugares para determinar si es digno de una de sus preciadas estrellas. En el campo gastronómico se ha convertido en un juez implacable capaz elevar la reputación de un lugar o llevarlo al desastre.
Su valor está basado en la reputación de su nombre y la confianza que depositan sus lectores en los editores para evaluar con imparcialidad y buen gusto un lugar. Un enfoque ciertamente tradicional pero que les sigue funcionando. De hecho, en plena era digital el negocio de vender la guía impresa en papel se muestra sólido, como señala un reciente artículo de Business Week.