Cada vez que un servicio utilizado por millones de personas cambia es inevitable que genere divisiones. Es lo que ha ocurrido con Facebook y el último de sus rediseños donde las actualizaciones de ‘¿Qué estás pensando?’ ocupan el lugar más importante de la página. Muchos han querido ver en esto una twitterización de Facebook, es decir, pasar a convertirse en una herramienta predominantemente orientada a compartir mensajes breves sobre nuestras actividades cotidianas.
La reacción de los usuarios no se ha hecho esperar. Ya he tenido un par de invitaciones a grupos para pedir que vuelva el diseño anterior -similar a lo que ocurrió cuando cambió sus términos y condiciones-, y en un caso hasta prometían darme las instrucciones para hacerlo si aceptaba unirme. El grupo en inglés a favor del viejo diseño ha crecido hasta los 1,7 millones de usuarios (algo así como el 1% del total de usuarios, también hay que decirlo).Y no deja de ser curioso que hasta los propios empleados de Facebook parecen disconformes con el rediseño.
El tema es interesante analizarlo desde el punto de vista del desarrollo de interfaces. Sabemos que a los usuarios le gustan las cosas sencillas (don’t make me think) y estables. Cualquier cambio significa un re-aprendizaje, aunque más no sea ubicar una opción dentro de un menú diferente. Sin embargo, de permanecer anclados en la misma estructura aplicando sólo cambios cosméticos sería imposible una evolución en el diseño. Como plantea Mariano Amartino, aunque siempre debemos escuchar al usuario en algún punto hay que decirle no.
Y esta es en el fondo la pregunta más importante: ¿Estamos realmente convencidos de que el diseño es mejor para el usuario y aunque ahora no le guste más tarde realmente lo va a provechar? No deja de ser cierto, de todas formas, que para plantear este nivel de de discusión hay que tener una penetración y una posición en el mercado muy fuerte. Al menos, hasta que cambiar de red social sea tan sencillo como hacer un par de clics.