Si hay algún lugar idealizado para trabajar es Google. Todo el mundo que trabaja en el sector IT ha visto las fotos de sus oficinas en Zurich, sabe que los empleados no pagan sus almuerzos y reconoce positivamente el poder dedicar una parte de su tiempo a ideas innovadoras para escapar de la rutina del día a día. Sus oficinas corporativas, como bien explica Martín Fernández, forman parte de su imagen de marca y apoyan la posición de Google como empresa de excelencia que despierta admiración entre las demás. Hace unos meses atrás Mariano Amartino preguntaba en su blog por qué empresa grande dejerías tu propio emprendimiento y en los comentarios el nombre de Google se repitió muchas veces.
Sin embargo, para los diseñadores Google no es el paraíso.
El pasado 20 de marzo Douglas Bowman -reconocido diseñador que trabajá para Adaptative Path y ahora está en Twitter- publicó ‘Goodbye, Google’ donde relata su salida de la empresa luego de tres años en ella y cuenta algunos entresijos de su día a día en el gigante de las búsquedas. Bowman reconoce que es un privilegio haber trabajado con algunas de las mentes más brillantes y que difícilmente pueda encontrar otro trabajo que tenga el mismo grado de impacto en la vida cotidiana de millones de personas ¿Cuál es el problema de Google, entonces? Básicamente, la ausencia de una cultura del diseño.
¿Y que es esto de una ‘cultura del diseño’ que puede sonar abstracto y rebuscado? Significa comprender que dentro del diseño existe un proceso que abarca desde la etapa creativa hasta plasmar el diseño final en el producto donde hay una lógica y unos principios concretos que nada tienen que ver con una cuestión de ‘gustos’.
Ingeniería versus diseño
En Google la mayor parte de sus empleados son ingenieros. Cuando se presentan problemas, dice Bowman, recurren a la lógica de la ingeniería para encontrar la solución. Cada decisión es reducida a un problema de lógica y se buscan eliminar todos los elementos subjetivos. Algo perfectamente válido para diseñar harwdare, mejorar un algoritmo u optimizar el consumo de energía pero que difícilmente pueda ser útil para un proceso de diseño si se aplica estrictamente.
Para poner ejemplo: Un diseñador en Google se debe enfrentar a que se hagan tests sobre 41 tonos diferentes de azul con el fin de determinar cuál funciona mejor o tener largas discusiones sobre por qué un borde tiene 3 píxeles de grosor y no 4, relata Bowman.
La responsable de esta política Marissa Meyer, una ingeniera graduada en Stanford y con acceso directo a Larry Page y Sergey Brin. Con apenas 23 años, Meyer fue la primera mujer contratada por Google 10 años atrás cuando la empresa era una startup. Desde el color de color de las letras hasta el diseño de la página principal, Meyer es el último filtro que deben superan los productos de Google ante de ver la luz. Un filtro para el cual los diseñadores se preparan y con explicaciones válidas sobre el por qué de un tono gris de las letras o a la elección de un texto para un botón, como relata este buen perfil de Meyer que proporciona el New York Times.
No todos los diseñadores están preparados para ello. Hace un mes atrás tres diseñadores renunciaban a sus puestos en Google cansados de tener que aceptar una filosofía de trabajo basada estrictamente en la evidencia de los datos. Diseñar pensando que cada elemento del todo va ser diseccionado y examinado racionalmente hasta en sus detalles más mínimos se puede convertir en una tortura, como si un redactor debiera justificar la elección de cada palabra en su texto. Se pueden aceptar sugerencias sobre la extensión del escrito, su tono, si el mensaje es suficientemente claro o proponer reemplazar una palabra. Pero incluso una actividad tan racional y lógica como es utilizar el lenguaje para expresar una idea requiere de una cierta dosis de libertad creativa que haga posible enfrentarse a la hoja en blanco.
Reconociendo lo obvio
Es imposible desconocer el excelente diseño que tienen muchos productos de Google y el increíble trabajo que hay en la construcción de la interacción con el usuario. Quizás el punto más alto lo represente Gmail, el webmail que cambió radicalmente el enfoque con el cual se venían desarrollando este tipo de productos. En lugar de intentar de emular a un cliente de correo incorporó la búsqueda como un elemento primordial, agregó etiquetas, sistemas de marcación y resolvió magistralmente el problema de organizar la información de una forma sencilla y efectiva.
La portada de Google seguramente seguirá siendo el primer ejemplo de sencillez para el diseño centrado en el usuario. Cuando Yahoo, Altavista y los demás buscadores del momento apostaron por convertirse en portales acumulando información, Google fue en dirección contraria y decidió que su logotipo, una caja de texto y un botón eran suficientes para competir con el resto. Y no se equivocó. Hoy el modelo de portales está caducado y el valor está en la capacidad de ofrecer la información justa en el momento preciso en lugar de atiborrar la pantalla de datos.
En estos avances los números, las estadísticas y las mediciones han jugado un papel muy importante. Las mejoras en usabilidad se deben en gran medida a los estudios empíricos sobre el comportamiento de los usuarios y su modo de interactuar con las interfaces. La optimización de un sitio web sería imposible sin herramientas analíticas que proporcionaran información sobre cómo es utilizado por los usuarios. Incluso para los griegos la misma belleza podía representarse en las proporciones perfectas del número áureo.
Pero detrás de las baterías de test y las planillas datos el diseño tiene sus bases en la teoría de la percepción donde el todo representa más que la suma de las partes. Diseñar pensando que el producto final será desmontado como las piezas de un motor es simplicifarlo a su dimensión utilitaria. Además de la solidez de la ingienería, necesitamos de la dimensión humana que agregue calidez y personalidad a nuestras creaciones.