Realmente interesante el artículo «Consumers pay the hidden costs for the ‘free’ app ecosystem» que publicó Ellis Hamburger en The Verge donde dice algo tan simple como cierto: el costo de las aplicaciones gratuitos lo pagan tus datos personales. Algo preocupante si se considera que la mayor parte de apps que se lanzan lo hacen de forma gratuita.
Lo hacen con el fin de crecer lo máximo posible en poco tiempo y, cuando llegan a cierto número de usuarios, comienzan a insertar publicidad o recortan funciones que solo pueden desbloquearse comprando la versión completa del producto.
¿Qué otra alternativa hay? Crear una aplicación exitosa con el objetivo de venderla luego a una gran empresa que la discontinuará o, en el mejor de los casos, la «integrará con su ecosistema de aplicaciones».
En ambos casos surge el problema de la información personal. En el primer caso, comenzará a circular por agencias, redes y sistemas publicitarios. En el segundo, todos los datos e información que cargamos dentro de la app terminarán en la basura porque ya no se desarrolla o se transformó en algo totalmente diferente de su sentido original.
Pero no solo ocurre con las aplicaciones gratuitas. Aquellas que son de pago resultan rentables hoy pero su futuro a largo plazo no está asegurado. Como dice el fundador de la app Pocket -antes conocida como Read It Later-, «estábamos haciendo dinero con aplicaciones de pago, pero no de una manera que garantizara nuestra longevidad».
Una posible alternativa para lograr ser sostenibles son las ventas dentro de la propia aplicación. Es el caso de Paper, una app de dibujo para iPad donde se pueden descargar pinceles y otros complementos previo pago de un extra.
En definitiva, lo gratis no existe y el precio de una app se termina pagando de alguna forma. Puede ser con dinero o con tus datos personales. O, en el peor de los escenarios, con ambos.