Cuando un usuario llega a nuestra web deposita en nosotros su capital más importante: el tiempo. De todas las opciones que tiene a su disposición a llegado a nuestro sitio por alguna razón y seguramente querrá cumplir con su objetivo rápidamente y el mínimo de esfuerzo.
Es complicado hoy en día decidir qué información, qué servicios y qué recursos pondremos a disposición del usuario. Seguramente deberán ser relevantes, porque nadie tiene ganas de perder el tiempo entre muchas opciones mediocres. También útiles a su propósito, porque de lo contrario ignorará olímpicamente lo que le ofrecemos. Y además, visibles y fáciles de usar.
Estructuralmente una página web podemos reducirla a algunos elementos básicos como un encabezado o header, enlaces, contenido y pie de página. Pero con la diversidad de servicios hoy corremos el riesgo de caer la ‘dospuntoceritis’ y llenar la página de iconos de todo tipo que solo conocen el 2% de los visitantes (siendo muy generosos con el porcentaje). Compartir en Technorati, agregar a Delicious, enviar a Menéame, suscribirte al RSS, identificarte con Facebook Connect… ¿cuántos hacen realmente uso de estos servicios?
A esto sumemos la información que ya tenemos ¿Cuántas usuarios leen un Blogroll de 50 enlaces? ¿O pueden fijar su atención si hay 12 banners diferentes? ¿O leen los 68 comentarios que tiene un post? Más allá de un cierto número agregar información genera ruido y satura.
Matt Cutts nos recuerda que Google suele indexar solamente unos 100 kilobytes por cada página (que ya es bastante) por lo que todo lo que exceda esta cantidad será prácticamente invisible. Sin embargo, encontrar el punto exacto entre la información o servicio que genera valor y aquello que simplemente molesta no es tan lineal. Y volvemos al título del post, ¿cuándo el contenido es demasiado?
#extra: La página que ilustra el post existe de verdad: www.havenworks.com