El sitio personal de un diseñador web es todo un tema. Al menos en mi caso. He acumulado decenas de sitios en el disco rígido sin que nunca se publicaran. Desde webs enteramente desarrolladas en Flash hasta páginas de un diseño tan minimalista que ya eran austeras, pasando por sitios estilo portal, páginas “artísticas” y otras ocurrencias del momento.
Pero la pregunta de fondo era siempre la misma: ¿qué poner en un sitio? Hacer una página web como si fuese una empresa nunca me convenció, aunque tal vez fuese la opción más acertada. Otra idea: poner noticias sobre diseño para la web, tecnología y otras cosas que me interesaban. Pero… ¿hasta cuándo me iba a durar el entusiasmo? Y finalmente otra posibilidad: hacer mi propio aporte al de ya por sí saturado mundillo (me encanta esta palabra que usan los españoles) de los web designers.
Hasta que finalmente tomé una opción: dejar de obsesionarme por hacer un sitio del tipo “miren todo lo que sé hacer” 😮 y realizar algo menos pretencioso. El resultado final es una mezcla de todo lo anterior: un blog donde también muestro algunos trabajos y coloco una sección específica para clientes.
Para esto hay dos caminos a seguir:
- Crear mi propio sistema de blogs. La primera opción que comencé, y que sedujo mucho a partir de un tutorial de Marius Zaharia sobre generación de blogs con Dreamweaver en el sitio de Macromedia.
- Utilizar algunos de los sistemas de blogs y gestión de contenidos ya existentes: Mambo, bBlog, Simple PHP Blog, Guppy (estos dos interesantes porque no usan base de datos sino archivos de texto) y WordPress. Este último fue mi opción.
Como todo tiene sus ventajas y desventajas. El principal punto a favor es que el sistema ya está hecho, solo es necesario personalizarlo un poco. Y después de haber comenzado varios sitios que murieron en mi disco rígido la rapidez no es un tema menor.
El inconveniente es el todo sistema pre-fabricando: varias veces parece que estamos encorsetados en él. Y para modificar algo es necesario leer un código que puede ser ilegible.
Afortunadamente WordPress tiene la ventaja (como otros) de incorporar un sistema de plantillas. Así que editando la plantilla que viene por defecto –Kubrick de Michael Heilemann, muy bonita por cierto- ya conseguí bastante personalización. De todos modos tuve que revisar algunas funciones extrañas que tiene el sistema para que el menú superior (si, esa barrita naranja insignificante) quedara tal como yo quería.
El resultado está a la vista. Ahora resta agregarle algo de contenido, para lo cual espero evitar tanto como pueda una tentación enorme: que esto se convierte en un compendio de mis opiniones personales sobre el resto del mundo y las cosas.
No me propongo evitarla por completo (después de todo es mi sitio 😉 ), pero al menos tener como objetivo el publicar alguna cosa que tenga una mediana utilidad.
Espero logarlo.